
Ante el aluvión de adhesiones al proyecto de capitalidad cultural que se van añadiendo día a día, pensamos que hay muchos ciudadanos y entidades que no ven tan claro el apoyo a este proyecto. Nos preguntamos, acogiéndonos al derecho a discrepar de la mayoría, si
¿Merece Granada ser capital cultural de Europa?
🤌🏽Podemos ver que la situación cultural de esta ciudad no ofrece ningún atractivo. No está ni se le espera.
Vayamos por partes. Una ciudad que se ofrece a Europa como referente cultural lo menos que puede ser es aparecer como agradable para los visitantes.
Aquellos que nos visiten podrán disfrutar del aire más contaminado de España y sin que las medidas anunciadas a bombo y platillo, como la ZBE, funcionen ni ahora, ni para 2031. Como decía aquel cantante futbolero «La vida sigue igual».
😷Mientras pasean estos visitantes (habrá que aconsejarles al menos una mascarilla por cuestión de salud) podrá observar -entre coches y aglomeraciones- el río más bonito de España (o eso dicen) y, a continuación, el sarcófago de hormigón que supone el Genil, al que no nos atrevemos a llamar río.

Si la visita es en verano, los forasteros (y autóctonos también) podrán achicharrarse por las calles sin sombra, que es lo habitual en esta ciudad, donde los árboles parecen enemigos, se talan, se olvidan y como mucho se sustituyen unos frondosos por otros de juguete. Eso sí, en el centro hay maceteros y toldos inteligentes, que cada metro cuadrado equivale a un árbol en cuanto a absorción de CO2. Casi nada, estamos a la vanguardia del catetismo.

Hay que advertir que no pierdan de vista el suelo, no vayan a pisar las numerosas «catalinas» de perro que junto a miles de colillas alfombran las calles, dando muestra del civismo granadino que se pretende exportar al mundo.

Habrá que pasear por los barrios históricos, Patrimonio de la Humanidad, ¡casi ná!
El Albaicín es un puro aparcamiento hasta en los rincones más recónditos y un albergue de mil estrellas para muchos de nuestros asiduos, que disponen de todo el barrio como «toilet». El silencio hace tiempo que se perdió en este barrio donde cruzan las motos rugiendo y perfumando el ambiente. Aunque los ruidos no sólo se disfrutan en el Albaicín
sino que son una seña de identidad de esta ciudad.

Eso sí, parece que hay restricciones de acceso, paso solo para residentes, desde hace años, con la ZAR (zona de acceso restringido) y con la ZBE (zonas de bajas emisiones).
El resultado salta a la vista.
La opción de subir al Albaicín en los microbuses de transporte público será una experiencia única, sobre todo cuando deseen bajar y no encuentren el botón de parada o cuando se tenga que desalojar medio autobús para permitir la bajada de los pasajeros del fondo.

Como estamos hablando de cultura, vamos a ver las excelencias de esta ciudad.
Museo Arqueológico, un marco excelente pero diminuto. Es tal la cantidad de material digno de exposición que la Junta busca naves para guardar los fondos. No se les ocurre acondicionar edificios en Granada -que haberlos haylos- para albergar un museo digno de esta ciudad. Debe ser muy caro y, claro, en la tierra del chavico … ya se sabe.

Aquí se esconden los restos romanos, como si nos diera vergüenza. Hay yacimientos que llevan años esperando su reconocimiento y puesta en valor, como Los Mondragones o la Villa de Zaidín Vergeles y se corre un velo intencionado sobre los descubrimientos en la zona del antiguo foro romano del Albaicín.

Pero ni siquiera los restos de la época musulmana, la niña de nuestros ojos, se reconocen, aparte de los de siempre, y baños medievales, como los de la calle del Agua y los de San Andrés en la calle Elvira, ambos del siglo XII, están en ruinas o con unos proyectos de restauración que llevan décadas ante el desinterés de las administraciones.
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Las mismas que quieren vender a Europa la capitalidad cultural.
Lo último es la sumisión de la cultura al interés urbanístico y por arte de magia se cambia un proyecto de Espacio Escénico de la Ópera o gran Teatro de Granada para edificios administrativos y zonas deportivas para viviendas, que son más rentables.

Con este breve repaso al panorama actual no comprendemos cómo se puede ofrecer al mundo la realidad cultural de la ciudad sin sentir vergüenza. Eso sí, también se añade a la oferta una corrida de toros ligada al nombre de nuestro poeta más universal: la corrida lorquiana. Seguro que eso atraerá a millones de europeos que quieren disfrutar del
espectáculo.
Así nos va.

